para buscar tu voz entre los fragmentos del diamante quebrado,
cuando llegabas agitando esos hilos de miel que eran tu cabellera
y tu canto de murmullo una carroza que me llevaba el sueño.
Así quería yo morir,hundido para siempre entre tus senos blancos,
mas los vendedores viajeros te esperaban entremezclando los naipes.
El canto era de ángel pero el corazón te latía con cruel impaciencia
y yo dormido a medias debía hundirme entre las sabanas negras
mientras te alejabas dejando prendida una linterna que se
hacia ojo,
el ojo por donde maligno me miraba todo ese universo de
sombras.
Sin nadie viniera yo daba alaridos hasta quebrar el diamante.
Un león crucificado vestido de juez enarbolando la espada celeste
sigue abriendo la herida y sin embargo el niño de la cuna relumbra.
El corazón se me convierte en una rosa de fuego.
Es el alba y no la sangre lo que enrojece a la herida.
1 comentario:
El mundo es cruel pequeño.
Publicar un comentario