martes, 21 de abril de 2009

Contra la madre, aun

Ha llegado el momento de hundir las manos en mi propia herida

para buscar tu voz entre los fragmentos del diamante quebrado,

cuando llegabas agitando esos hilos de miel  que eran tu cabellera

y tu canto de murmullo una carroza que me llevaba el sueño.

Así quería yo morir,hundido para siempre entre tus senos  blancos,

mas los vendedores viajeros te esperaban entremezclando los naipes.

El canto era de ángel pero el corazón te latía con cruel impaciencia 

y yo dormido a medias debía hundirme entre las sabanas negras

mientras te alejabas dejando prendida una linterna  que se 
hacia ojo,

el ojo por donde maligno me miraba todo ese universo de 
sombras.

Sin nadie viniera yo daba alaridos  hasta quebrar el diamante.

Un león crucificado vestido de juez enarbolando la espada celeste

sigue abriendo la herida y sin embargo el niño de la cuna relumbra.

El corazón se me convierte  en una rosa de fuego.
Es el alba y no la sangre lo que enrojece a la herida.

1 comentario:

Deus ex Mens dijo...

El mundo es cruel pequeño.